miércoles, 19 de marzo de 2008

El mundo está Obeso, España también

Más de mil millones de adultos de todo el mundo presentan sobrepeso y 300 millones enferman con obesidad mórbida / 19 de mayo de 2006 JORDI MONTANER

Más de mil millones de adultos de todo el mundo presentan sobrepeso y 300 millones enferman con obesidad mórbida. Para Lluís Serra Majem, catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y experto en salud pública, resulta importantísimo intervenir en la preobesidad y evitar que las personas engorden.
Lluís Serra Majem toma parte en los ciclos de conferencias sobre Alimentación: escenarios de futuro con una ponencia sobre obesidad infantil y juvenil. Majem es un especialista en salud pública, impulsor de los primeros estudios científicos sobre obesidad y síndrome metabólico en España. Coautor del estudio enKid sobre obesidad infantil en España,

Todo apunta que el nuestro es un mundo cada vez más redondo. La OMS reconoce que el escenario de la salud mundial está transformándose. Las enfermedades no transmisibles están reemplazando a las transmisibles en número de casos y en mortalidad. Asimismo, la tradición culinaria local o regional se transforma rápidamente y se globaliza, al tiempo que la actividad física decrece y las poblaciones envejecen cada vez más.

Pero no me negará que, pese a la globalización, vivimos en un mundo de fuertes contrastes. A veces dudo que se trate de una buena noticia: mientras que en todo el planeta sobreviven hasta 170 millones de niños con un peso inferior al correcto y síntomas ostensibles de desnutrición, más de mil millones de adultos presentan sobrepeso y 300 millones enferman con obesidad mórbida. ¿Y la ciencia qué dice? Por primera vez, estudios clínicos evidencian que el 46% de la mortalidad mundial guarda relación con problemas complejos derivados de aspectos tan simples como la dieta y el ejercicio.

En otras palabras, ocho de las diez principales causas de mortalidad se asocian a trastornos relacionados con la dieta y el ejercicio. Adelgazar no es nada fácil. La mayoría de los pacientes obesos no se adhieren al consejo higiénico dietético propuesto por el médico; la mayoría de quienes se adhieren no alcanza el peso que le corresponde en su adelgazamiento y la mayoría de quienes finalmente logran adelgazar vuelve a engordar con el paso del tiempo.

Es algo que ya predijo Stunkard en 1950. Un visionario Tratar la obesidad es tan simple como difícil, todo un reto en salud pública. Claro está que, si nos comparamos con los americanos, pasaríamos por sílfides. Que la situación española esté comparativamente mucho mejor que la estadounidense no significa que esté bien.

Nuestro país se encuentra entre los tres europeos con mayor obesidad infantil. El Ministerio de Sanidad y Consumo ha empezado a tomarse en serio este problema y acomete la obesidad desde sus fases más iniciales, a sabiendas de que es imposible prevenir la obesidad en un mundo en que ya todo son obesos y obesas. Recordemos que en España el 7% del gasto sanitario global se destina a combatir la obesidad. Los americanos gastan mucho más; pero es que, de no intervenir enérgicamente sobre la población infantil con programas estatales y según las proyecciones estadísticas, EEUU tendría una obesidad del 100% para el año 2230.

No hace falta comentar las repercusiones socio-sanitarias que algo así acarrearía. La responsabilidad es, pues, de las escuelas. ¡No ajenemos responsabilidades! La responsabilidad es de todos. La obesidad no es un problema de los obesos, sino del conjunto de la sociedad. Es cierto que las escuelas desempeñan un papel esencial en la promoción de buenos hábitos de salud, pero el ambiente doméstico es todavía más decisivo que las escuelas.

La principal comida del día en todo esquema nutricional correcto es el desayuno, que se prepara en casa. También se ha demostrado que alargar la lactancia materna más allá de los seis meses tiene un efecto favorable en la prevención de obesidad, y hay que insistir a clínicas y hospitales para que estimulen la lactancia materna tras el parto. Pero las leches sustitutivas han evolucionado mucho y cumplen también su papel. Pueden sustituir la composición de la leche materna, pero no el acto de amamantar. Cuando el bebé llora no es sólo porque tenga hambre o sueño.

Si le acostumbramos a enchufarle un chupete, un biberón con agua azucarada o con leche sustitutiva empezamos a gestar la futura obesidad, a sustituir con comida una demanda de afecto o de ternura. ¿Es la obesidad un trastorno de conducta de la alimentación? En absoluto, pese a que mucha gente lo interpreta así. Los trastornos de conducta tipificados en relación con los alimentos tienen a éstos como efecto y no como causa, que suele radicar en un conflicto doméstico o convivencial.

Entonces, el obeso está gordo porque quiere. Otro error en el que a menudo se cae es el de culpabilizar al obeso de su obesidad. Insisto en que la obesa es nuestra sociedad, que no tiene justificación moral para apuntar con el dedo a nadie. Nos incomoda la obesidad, pero el funcionamiento de nuestra sociedad en materia de transporte, fiscalidad, reglamentación de la industria alimentaria, empleo, vivienda, enseñanza, medios de comunicación o asistencia sanitaria pone menos trabas a engordar que a adelgazar.

Si propusiera a los vecinos de mi escalera prescindir de un ascensor acabarían echándome de la comunidad, si monto una sala de cine infantil sin palomitas ni refrescos me quedo sin clientela, si aspiro a alcalde de una población prohibiendo el tráfico interior y obligando a caminar me quedo sin un voto... Tampoco es que los médicos las tengan todas. También aquí se falla. No podemos medicalizar la obesidad.

No podemos permitir que la gente coma cuanto y cuando quiera hasta alcanzar un índice de masa corporal superior a 40 kg/m2 y después, por prescripción facultativa, empezar un tratamiento agresivo. Sin embargo, se cuentan verdaderos milagros. La cirugía puede rebajar el peso de un obeso de 200 kg a sólo 80 o 90, parece milagroso. Su peso se normaliza y hasta sus niveles de resistencia a la insulina regresan a la normalidad. Pero en la letra pequeña que nadie lee figura un riesgo importante de compromiso vital en este tipo de intervenciones y secuelas tales como una diarrea crónica para el resto de los años.

Curar la obesidad mórbida es posible y necesario, pero es más importante intervenir en la preobesidad, evitar que los ciudadanos y ciudadanas engorden. Como dijo Galeno, la salud precede a la enfermedad tanto en lo que respecta al tiempo como en su apreciación, por lo que debemos procurar en primer lugar conservar la salud y luego ver de curar las enfermedades. En realidad, salud y enfermedad forman continuum; de modo que intervenir en zona de bajo riesgo (IMC de 25-30 kg/m2) resulta más rentable que hacerlo en zona de medio riesgo (30-40) o de riesgo elevado (más de 40).

Por desgracia, donde más se interviene es donde menos rentable resulta. ¿Un niño gordo es un adulto gordo? Si la obesidad aparece en una etapa de seis meses a cinco años, el riesgo de padecer obesidad es del 25%; si se inicia con más de seis años sube al 50%, y si aparece entre los 10 y los 14 llega a un 80%. Lamentablemente muchas abuelas siguen alabando a niños de seis meses muy hinchados como garantía de salud en la vida adulta, mientras que niños muy delgados a tan tierna edad son juzgados de enfermos.

Es una impresión que no se sostiene desde la ciencia. La publicidad mediática no es un buen aliado de las estrategias preventivas. Existe un acuerdo de disposiciones éticas con las empresas anunciantes, pero sólo se adhiere quien quiere. Pero si anunciamos por un lado snacks supercalóricos y bebidas hiperazucaradas, y por otro prendas de vestir de última moda con tallas por debajo de la 36, nuestros adolescentes van a enloquecer.

Así están en Grecia, que ahora mismo lidera los países europeos con mayor tasa de obesidad y, al mismo tiempo, con mayor tasa de trastornos del comportamiento alimenticio en niños y adolescente. Debemos exigir a la publicidad, si no ética, por lo menos coherencia.

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